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domingo, 26 de julio de 2020

HABLAN LAS NIETAS -documento de identidad de la abuela Vicenta-




A raíz  de la anterior entrada del blog con la reseña de las "62 viudas de Mendavia", algunas nietas interactuaron conmigo permitiendo desarrollar, con nuevos testimonios y detalles familiares, esta Memoria Colectiva. Comienzo con los matrimonios de dos hermanas Sainz Elvira, Vicenta y Petra. Salvador Sancho, marido de Petra, fue asesinado. 

PETRA SAINZ ELVIRA Y SALVADOR EUSEBIO SANCHO SAINZ
Salvador Sancho Sainz nació el 15-12-1903. Se casó con Petra Sainz Elvira y tenían dos hijas (Adoración y Rosario). Vivían en la calle San Bartolomé. Salvador era jornalero y miembro de la UGT.
Se conocen los antepasados mendavieses de Salvador, desde antiguo. Miguel Sancho era padre de Hipólito Sancho, que se casó con Felicia Pisón. Sus hijos fueron: Cirila, Silvestra, Rogelia, Marcelo, Baltasara, Benardino, José, Manuel y Guillermo y Feliciana. Manuel Sancho se casó con Juana Sainz, entre cuyos sus hijos estaban Salvador (Eusebio) y Anunciación Sancho Sainz. Los padres de Petra eran los mendavieses Julia Elvira y Pedro Sainz, que también vivían en la calle San Bartolomé. Los hermanos de Petra eran Vicenta (n. 1914), Delfina, Martina, Pedro, Víctor, Jacinta, Nicolás y Remedios.
Durante la república, Salvador fue elegido concejal. Las elecciones municipales repetidas el 31 de mayo de 1931 tuvieron como resultado en Mendavia el triunfo del grupo republicano-socialista de Jesús Pastor, Dionisio Salcedo, Salvador Sancho, Martín Suberviola, Pedro Sádaba y Bonifacio Angulo. Tras su destitución en el “bienio de la derecha”, el 31 de mayo de 1935 la Unión de los republicanos convoca en Madrid a una Asamblea de exconcejales, que se realiza el 5 de junio 1935. El Comité de Mendavia lo forman Dionisio Salcedo, Jesús Pastor y Salvador Sancho, entre otros.
Su participación política durante la república fue suficiente para fusilarlo sin juicio alguno, en torno al 14-10-36, según consta en el registro de defunción. En un primer momento, Salvador, y León, su cuñado, pasaron al otro lado del Ebro, a la Rioja, creyendo que allí el Golpe de Estado no se habría consumado. A los días regresaron y se refugiaron en casas de familiares, donde pensaron que podrían estar a salvo.
Relata Teresa Lecea:
Salvador, que era primo de los Lecea, estuvo escondido con Gabina, después de que le mataron a su marido, Manuel Lecea Sancho. En el primer piso estaba la cocina. Cuando venía alguien, Salvador subía desde la cocina al pajar. Su mujer venía a estar con Salvador, en horas de la noche. Después dejó de visitarlo, por los comentarios que se podían ocasionar. Uno de esos primeros días fue a casa de Gabina una mujer falangista. Salvador creyó que lo había visto, y al otro día, como no estaba tranquilo, Salvador se fue.
Asun Miquélez transmite otro testimonio de Petra, hermana de su abuela y mujer de Salvador:  
Petra contaba que llevaba a las chiquillas a la casa de Gabina a peinarlas para que las viera su padre que estaba escondido en el pajar; por un descuido, una de las chiquillas vio a su padre, y dijo: ‘hay un hombre’; él, por miedo a que las chiquillas hablaran, se marchó.
Son testimonios complementarios, que hacen ver el riesgo que sintió Salvador de ser descubierto, y que apresuró su decisión de salir del pueblo. Seguía contando Petra:
Se fue de Mendavia a buscar trabajo a un caserío al lado de Vitoria. Por algún chivatazo, no se sabe de quién, fue una furgoneta de falangistas de Mendavia. Él, al verlos llegar y conocerlos echó a correr y allí mismo lo mataron.
En el Libro de registro de defunciones de Mendavia, se anota la fecha y el lugar probable del hecho fatídico: 14 de octubre de 1936, en Alegría (Álava).
La vida de la familia, tras el asesinato de Salvador y los tres años de guerra, se tornó casi invivible, pero no por ello dejó Petra de luchar. El testimonio que recoge Asun, detalla, refiriéndose a Petra:
Después de quedarse viuda, Petra vivió de su trabajo, limpiando casas familiares, trabajando en el campo y en fábricas de conservas del pueblo. Así pudo sacar adelante a sus hijas, Dora y Rosario, que siguieron viviendo en Mendavia, en las eras de San Bartolomé. Algunos años más tarde, Petra se volvió a casar con un mendaviés, Julio, y en un año volvió a enviudar. Su hija Rosario, se casó con un lodosano, y se fue a vivir a Lodosa. Petra vivió, hasta el fin de sus días, en una casa anexa a su hermana Vicenta (siempre fueron muy unidas), con su hija Dora y sus nietos para los cuales vivía y ellos para ella. Murió el 25-mayo-1985.

Con la Operación Retorno, a partir de 1978, los familiares indagaron sobre el paradero de los restos de Salvador. Acudieron al dueño del caserío en el que Salvador había encontrado trabajo, y este les refirió lo sucedido, pero, por más que buscaron, no pudieron dar con él. El primero de abril de 1979, todos los familiares de Salvador, residentes en su mayoría en Mendavia, acudieron al funeral colectivo, solidarios con todos aquellos que habían perdido a sus seres queridos a partir del Golpe de Estado de 1936. Asun Miquélez, con 15 años, había compuesto esta poesía, y la leyó frente al Panteón de los fusilados:

Hace cuarenta y dos años / Mendavia lloraba sangre,
los niños se acurrucaban / en los brazos de sus madres,
porque unos cuantos matones / armados como cobardes,
con intención de matarles / se llevaban a sus padres.

Mendavia ya está tranquila, / no hay hombres para matar,
los niños piden llorando, / a su madre un poco pan.
¡Que tristeza hay en Mendavia! / ¡Qué calles tan solitarias!
Las personas en sus casas, / con las ventanas cerradas,
porque hay una camioneta / grabada en sangre caliente
con un letrero que dice / ¡Viva el camión de la muerte!
En él llevaban los hombres, / como si fueran corderos,
en su último paseo, / camino del matadero.
¡Qué verdes están los trigos, / regados con tanta sangre,
de los pobres inocentes / que mataban los cobardes!

Pero aquellos asesinos / que se creían un Dios,
que no tuvieran vergüenza, / ni conciencia, ni temor
de matar ante la ermita / de la Madre del Señor:
¡Qué poco miedo tenían, / Virgen Santa de Legarda,
de matar a aquellos hombres / debajo de tu ventana!
¡Qué poco temor de Dios! / ¡Con qué saña los mataron,
peor que cualquier sicario, / en el mismo santuario!
Las paredes de la Ermita, / ya nunca blanquearán,
porque la sangre inocente / nadie la podrá lavar.

Ya están trayendo los restos, / de nuestros seres queridos.
Unos se han encontrado, /pero otros se han perdido.
Esos noventa y un hombres / que no hicieron ningún mal,
nosotros en este día / vamos a glorificar.
Y aquellos asesinos / sin licencia de matar,
cuando estén ante el Supremo / ¡que Dios les tenga piedad!

Cuando la poesía menciona los cuarenta y dos años que han pasado, es porque desde 1978, en tiempos anteriores al funeral, un grupo de familiares de los asesinados de Mendavia participaron en la búsqueda de los suyos, siguiendo las indicaciones de personas de pueblos cercanos que habían presenciados los hechos. Así fueron por los montes de Urbasa y por otros pueblos de la montaña navarra. Algunos lograron recuperar los restos, pero no fue el caso de Salvador. De ese año 1978 parece datar la composición de este poema, que se desgrana en tono de romancero, con predominio de rimas asonantes intercaladas y versos octosílabos, y que impacta por su estructura bien definida, su unidad temática y, sobre todo, por su profundo y emotivo contenido, en un paso fluido del pasado al presente, con un juicio indubitable sobre el bien y el mal, los inocentes y los asesinos, así como sobre la religión verdadera.

Tres hermanos de Salvador fueron llevados al frente de guerra: Félix (36), Valeriano (37) y José Sancho Sainz (39). En la página web http://www.euskalmemoria.eus/ se anota como encarcelada Sancho Saéz (sic), Anunciación, Mendavia (Navarra), residente en Los Arcos (se casó allí). Era hermana de Salvador Sancho Sainz. Dos hermanos de Petra también fueron reclutados al frente, como soldados por quintas: Pedro Sainz Elvira (29, C, 30/12/1936) y Víctor Sainz Elvira (22, S, 21/07/1937). Se incluye su edad, estado civil y fecha de reclutamiento.

VICENTA SAINZ ELVIRA Y LEÓN SAINZ ZALDUENDO
Vicenta Sainz Elvira, hermana de Petra, estaba casada con León Sainz Zalduendo “Corera”. León había nacido el 20 de febrero de 1912, y era hijo de Domingo Sainz y Enriqueta Zalduendo. Sus hermanos eran Petra, Carmen, Vicente, Elisa y Laura.
Pertenecía a la CNT y había manifestado públicamente sus creencias. Su boda con Vicenta había sido civil y habían puesto a su hijo, nacido en junio de 1936, el nombre de Bladimiro Lenin. León había sido acusado, junto a 10 vecinos más, de cortar la línea telefónica la noche anterior al día de la convocatoria de la huelga en el año 1932 (p. 108, libro Esta es otra historia). Poco después, León fue alistado para el servicio militar, en el reemplazo de 1933. Fue convocado a cumplir este servicio en Pamplona, en el mes de enero de 1934, y fue desmovilizado en condición de disponibilidad, en Barcelona y enero de 1935.
Tras el Golpe de Estado de 1936, es probable que, temiendo por su vida, tanto Salvador Sancho como León Sainz salieran del pueblo “a esconderse en la Rioja creyendo que allí no había estallado el movimiento” (Memorias familiares, Asun Miquélez).
Simultáneamente, un grupo de mujeres y niñas de la familia Sainz, de la calle San Bartolomé, pasaron al otro lado del Ebro. Entre ellas estaban: Julia, con sus hijas (Vicenta, Petra y Delfina) y con dos nietas pequeñas (Adora y Rosario); y alguna otra vecina. Un grupo pasó por un vado del Ebro y otro en una barquilla. León Sainz era pescador y sobre él se recoge la siguiente anécdota:  Algunas de las mujeres, al escuchar ruido gritaron: ¿Quién va? El pescador respondió –tal vez reconociendo las voces: León “Corera”. La CNT. Así pudieron pasar con su barquilla. En un campo se encontraron algunos hombres, que junto con mujeres y niños se dirigieron a la finca de San Martín. Llegaron hasta San Martín, y luego fueron a la finca de Mariano. Allí comieron algo y pasaron la noche, y algunos días más. Es detalle importante señalar que León Sainz “Corera” había puesto a su hijo, nacido tan solo un mes antes, el nombre de Bladimiro Lenin. Entre las mujeres que pasaron en la barquilla estaba Vicenta Sainz, la mujer de León. Su niño acababa de morir el día 15 de julio, con apenas un mes de edad. Varios testimonios señalan que en la finca de Mariano estuvo de “ranchero” (haciendo la comida para todos) el joven Tomás Miquélez Elvira; y un hermano suyo también se incorporó al grupo. El día del regreso, el padre de Mariano, Luis Martínez de Espronceda, llevaba una bandera blanca, en señal de paz, e intentaba hacer que el grupo pasara por la barca. Pero los repelían con tiros. Por fin, al ver que casi todos eran mujeres y niños, los dejaron pasar, vigilados por la guardia civil. Sobre la bandera en cuestión, Vicenta Sainz “contaba que, al oír disparos, le quitó un pañal al hijo de Filo Cenzano, utilizándolo de bandera blanca y haciendo ver que había niños”. (Asun Miquélez).

León Sainz fue reclutado en el Tercio de Sanjurjo, a juzgar por el testimonio de su nieta Asun, en el que señala la sospecha que los mandos militares tenían sobre los soldados de ser de izquierdas, sospecha fácilmente verificable por el modo de reclutamiento que se había empleado. Para reafirmar este hecho se agrega que estaba con Félix Aznal, del que se conoce con certeza su reclutamiento para este Tercio. El relato que sigue se compagina bien, aunque con un lamentable y diferente final, con el de la masacre de Torrero.

Su amigo Félix siempre me contaba una anécdota sobre mi abuelo. Cuando estaban en el frente, les mandaron hacer la formación y un alto mando militar dijo a los soldados: que dé un paso al frente quien sea de izquierdas. El único que se atrevió a dar ese paso al frente fue tu abuelo (me contaba su amigo). Entonces, su amigo, que se encontraba en la misma formación, pensó, adiós Corera, de esta no sales.  El alto mando se dirigió entonces a mi abuelo diciendo: puesto que has sido el único que has tenido el coraje de dar un paso al frente, sabiendo que sois todos de izquierdas, te adjudico las labores en cocina. Eso supuso que, durante toda esa estancia, mi abuelo pudo comer decentemente, cosa muy complicada en la época. Durante la misma estancia en el frente, mi abuelo fue herido de bala en la pierna. Esa bala permaneció incrustada en su fémur hasta el final de sus días.

Durante el principio de la postguerra, tras las insistentes visitas de mujeres falangistas de Mendavia, amenazándolos, se vieron “obligados” a contraer matrimonio religioso, junto con otros tres matrimonios del pueblo (Filo Cenzano y “El Chato”, era uno de ellos), que lo habían hecho civil durante la república. En el caso concreto de mi abuelo, recibió una carta en el frente, “invitándole” a contraer matrimonio religioso. A pesar de haberse casado por el rito católico, las presiones no cesaron. Mi abuela Vicenta se vio obligada en múltiples ocasiones a subir al cuartel para raparle el pelo, como escarnio público. Mi abuelo también sufrió, durante años, constantes arrestos en el calabozo del cuartel, del que sistemáticamente salía liberado por las influencias de su madre Enriqueta. León y Vicenta tuvieron cuatro hijos: Bladimiro Lenin, Gloria, María del Carmen y Rosa Pilar. Mi abuelo trabajó como temporero, como pescador y como picapedrero (en la construcción de la carretera de Mendavia a Logroño).

Vicente Sainz Zalduendo (CNT), hermano de León, fue reclutado como soldado con 22 años, el 21/07/1937. Vicente se evadió del Frente Norte. Logró pasar a Francia y tras su reclusión en el campo de Gurs en 1939, campo en el que estuvieron 10 mendavieses, se casó y vivió en Francia hasta su muerte.

Tres hermanos Lecea Sancho, primos de Salvador, hijos de Feliciana Sancho, fueron asesinados.


Partida de nacimiento del hijo de León Sainz, 
Bladimiro Lenin, 1936.
 
 León Sainz y Salvador Sancho, 
¿durante el servicio militar de 1934?
 

Hermanas Petra, Martina y Vicenta Sainz 
(1950 aprox.)
                                      
 
Documento de servicio militar de León Sainz. 
Disponibilidad desde enero de 1935. Firmado en Barcelona.  

Bala con la que fue herido León Sainz, en una pierna. Esa bala permaneció incrustada en su fémur hasta el final de sus días. La conserva la nieta Asun M., tras recuperarla durante la exhumación de su abuelo. 

Documento expedido por el Ayuntamiento de Mendavia, 
en 1929, en el que consta la identidad, edad, 
y residencia de Vicenta Sainz.

Sobre esta particular foto, puede verse el documento de 
Martín Marín Corbera. La gestación del documento Nacional de identidad, en el enlace:  
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3313002.pdf

De allí extracto:

La evolución de las cédulas personales fue, detrás de su creación, por lo tanto, la de un tributo directo sobre la renta, modesto por sus rendimientos y por la escasa amplitud de sus tarifas pero implicado en el complejo proceso de establecimiento de un sistema fiscal liberal en España. 
La cédula no fue jamás un documento de extensión universal ni dependió de registro centralizado alguno. 
Lógicamente, tratándose de un impuesto sobre la renta dividido en categorías impositivas, podría saberse también a qué categoría económica pertenecía la persona que se identificaba con él. A partir de los años setenta del siglo XIX, el identificador -¿policía?- podía estar razonablemente seguro ante la exhibición de la cédula de que sabía "con quién estaba hablando", imposturas al margen.
El impuesto sufrió múltiples cambios para aumentar la recaudación... llegó a 1922 con 35 tarifas distintas que oscilaban entre 1 peseta y 5000 pesetas de importe. 
Después de esta fecha el estado cedió su importe a las Diputaciones Provinciales en aplicación del Estatuto Provincial del ministro Calvo-Sotelo y aparentemente se olvidó de su existencia.

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