A raíz de la anterior entrada del blog con la reseña de las "62 viudas de Mendavia", algunas nietas interactuaron conmigo permitiendo desarrollar, con nuevos testimonios y detalles familiares, esta Memoria Colectiva. Comienzo con los matrimonios de dos hermanas Sainz Elvira, Vicenta y Petra. Salvador Sancho, marido de Petra, fue asesinado.
PETRA SAINZ ELVIRA Y SALVADOR EUSEBIO SANCHO SAINZ
Salvador Sancho
Sainz
nació el 15-12-1903. Se casó con Petra
Sainz Elvira y tenían dos hijas (Adoración y Rosario). Vivían en la calle
San Bartolomé. Salvador era jornalero y miembro de la UGT.
Se
conocen los antepasados mendavieses de Salvador, desde antiguo. Miguel Sancho
era padre de Hipólito Sancho, que se casó con Felicia Pisón. Sus hijos fueron: Cirila,
Silvestra, Rogelia, Marcelo, Baltasara, Benardino, José, Manuel y Guillermo y
Feliciana. Manuel Sancho se casó con Juana Sainz, entre cuyos sus hijos estaban
Salvador (Eusebio) y Anunciación Sancho Sainz. Los padres de Petra eran los
mendavieses Julia Elvira y Pedro Sainz, que también vivían en la calle San
Bartolomé. Los hermanos de Petra eran Vicenta (n. 1914), Delfina, Martina,
Pedro, Víctor, Jacinta, Nicolás y Remedios.
Durante
la república, Salvador fue elegido concejal. Las elecciones municipales
repetidas el 31 de mayo de 1931 tuvieron como resultado en Mendavia el triunfo
del grupo republicano-socialista de Jesús Pastor, Dionisio Salcedo, Salvador
Sancho, Martín Suberviola, Pedro Sádaba y Bonifacio Angulo. Tras su destitución
en el “bienio de la derecha”, el 31 de mayo de 1935 la Unión de los
republicanos convoca en Madrid a una Asamblea de exconcejales, que se realiza
el 5 de junio 1935. El Comité de Mendavia lo forman Dionisio Salcedo, Jesús
Pastor y Salvador Sancho, entre otros.
Su
participación política durante la república fue suficiente para fusilarlo sin
juicio alguno, en torno al 14-10-36, según consta en el registro de defunción. En
un primer momento, Salvador, y León, su cuñado, pasaron al otro lado del Ebro,
a la Rioja, creyendo que allí el Golpe de Estado no se habría consumado. A los
días regresaron y se refugiaron en casas de familiares, donde pensaron que
podrían estar a salvo.
Relata
Teresa Lecea:
Salvador, que era
primo de los Lecea, estuvo escondido con Gabina, después de que le mataron a su
marido, Manuel Lecea Sancho. En el primer piso estaba la cocina. Cuando venía
alguien, Salvador subía desde la cocina al pajar. Su mujer venía a estar con
Salvador, en horas de la noche. Después dejó de visitarlo, por los comentarios
que se podían ocasionar. Uno de esos primeros días fue a casa de Gabina una
mujer falangista. Salvador creyó que lo había visto, y al otro día, como no
estaba tranquilo, Salvador se fue.
Asun
Miquélez transmite otro testimonio de Petra, hermana de su abuela y mujer de
Salvador:
Petra contaba que
llevaba a las chiquillas a la casa de Gabina a peinarlas para que las viera su
padre que estaba escondido en el pajar; por un descuido, una de las chiquillas
vio a su padre, y dijo: ‘hay un hombre’; él, por miedo a que las chiquillas
hablaran, se marchó.
Son
testimonios complementarios, que hacen ver el riesgo que sintió Salvador de ser
descubierto, y que apresuró su decisión de salir del pueblo. Seguía contando Petra:
Se fue de Mendavia
a buscar trabajo a un caserío al lado de Vitoria. Por algún chivatazo, no se
sabe de quién, fue una furgoneta de falangistas de Mendavia. Él, al verlos
llegar y conocerlos echó a correr y allí mismo lo mataron.
En
el Libro de registro de defunciones de Mendavia, se anota la fecha y el lugar
probable del hecho fatídico: 14 de octubre de 1936, en Alegría (Álava).
La
vida de la familia, tras el asesinato de Salvador y los tres años de guerra, se
tornó casi invivible, pero no por ello dejó Petra de luchar. El testimonio que
recoge Asun, detalla, refiriéndose a Petra:
Después de
quedarse viuda, Petra vivió de su trabajo, limpiando casas familiares,
trabajando en el campo y en fábricas de conservas del pueblo. Así pudo sacar
adelante a sus hijas, Dora y Rosario, que siguieron viviendo en Mendavia, en
las eras de San Bartolomé. Algunos años más tarde, Petra se volvió a casar con
un mendaviés, Julio, y en un año volvió a enviudar. Su hija Rosario, se casó
con un lodosano, y se fue a vivir a Lodosa. Petra vivió, hasta el fin de sus
días, en una casa anexa a su hermana Vicenta (siempre fueron muy unidas), con
su hija Dora y sus nietos para los cuales vivía y ellos para ella. Murió el
25-mayo-1985.
Con
la Operación Retorno, a partir de 1978, los familiares indagaron sobre el
paradero de los restos de Salvador. Acudieron al dueño del caserío en el que
Salvador había encontrado trabajo, y este les refirió lo sucedido, pero, por
más que buscaron, no pudieron dar con él. El primero de abril de 1979, todos
los familiares de Salvador, residentes en su mayoría en Mendavia, acudieron al
funeral colectivo, solidarios con todos aquellos que habían perdido a sus seres
queridos a partir del Golpe de Estado de 1936. Asun Miquélez, con 15 años, había
compuesto esta poesía, y la leyó frente al Panteón de los fusilados:
Hace
cuarenta y dos años / Mendavia lloraba sangre,
los
niños se acurrucaban / en los brazos de sus madres,
porque
unos cuantos matones / armados como cobardes,
con
intención de matarles / se llevaban a sus padres.
Mendavia
ya está tranquila, / no hay hombres para matar,
los
niños piden llorando, / a su madre un poco pan.
¡Que
tristeza hay en Mendavia! / ¡Qué calles tan solitarias!
Las
personas en sus casas, / con las ventanas cerradas,
porque
hay una camioneta / grabada en sangre caliente
con
un letrero que dice / ¡Viva el camión de la muerte!
En él
llevaban los hombres, / como si fueran corderos,
en
su último paseo, / camino del matadero.
¡Qué
verdes están los trigos, / regados con tanta sangre,
de
los pobres inocentes / que mataban los cobardes!
Pero
aquellos asesinos / que se creían un Dios,
que
no tuvieran vergüenza, / ni conciencia, ni temor
de
matar ante la ermita / de la Madre del Señor:
¡Qué
poco miedo tenían, / Virgen Santa de Legarda,
de
matar a aquellos hombres / debajo de tu ventana!
¡Qué
poco temor de Dios! / ¡Con qué saña los mataron,
peor
que cualquier sicario, / en el mismo santuario!
Las
paredes de la Ermita, / ya nunca blanquearán,
porque
la sangre inocente / nadie la podrá lavar.
Ya
están trayendo los restos, / de nuestros seres queridos.
Unos
se han encontrado, /pero otros se han perdido.
Esos
noventa y un hombres / que no hicieron ningún mal,
nosotros
en este día / vamos a glorificar.
Y
aquellos asesinos / sin licencia de matar,
cuando
estén ante el Supremo / ¡que Dios les tenga piedad!
Cuando
la poesía menciona los cuarenta y dos años que han pasado, es porque desde
1978, en tiempos anteriores al funeral, un grupo de familiares de los
asesinados de Mendavia participaron en la búsqueda de los suyos, siguiendo las
indicaciones de personas de pueblos cercanos que habían presenciados los
hechos. Así fueron por los montes de Urbasa y por otros pueblos de la montaña navarra.
Algunos lograron recuperar los restos, pero no fue el caso de Salvador. De ese
año 1978 parece datar la composición de este poema, que se desgrana en tono de
romancero, con predominio de rimas asonantes intercaladas y versos octosílabos,
y que impacta por su estructura bien definida, su unidad temática y, sobre
todo, por su profundo y emotivo contenido, en un paso fluido del pasado al
presente, con un juicio indubitable sobre el bien y el mal, los inocentes y los
asesinos, así como sobre la religión verdadera.
Tres
hermanos de Salvador fueron llevados al frente de guerra: Félix (36), Valeriano
(37) y José Sancho Sainz (39). En la página web http://www.euskalmemoria.eus/
se anota como encarcelada Sancho Saéz (sic), Anunciación, Mendavia (Navarra),
residente en Los Arcos (se casó allí). Era hermana de Salvador Sancho Sainz. Dos
hermanos de Petra también fueron reclutados al frente, como soldados por
quintas: Pedro Sainz Elvira (29, C, 30/12/1936) y Víctor Sainz Elvira (22, S,
21/07/1937). Se incluye su edad, estado civil y fecha de reclutamiento.
VICENTA SAINZ ELVIRA Y LEÓN SAINZ ZALDUENDO
Vicenta Sainz Elvira, hermana de Petra, estaba casada con León Sainz Zalduendo “Corera”. León había nacido el 20 de febrero de 1912, y era hijo de Domingo Sainz y Enriqueta Zalduendo. Sus hermanos eran Petra, Carmen, Vicente, Elisa y Laura.
Vicenta Sainz Elvira, hermana de Petra, estaba casada con León Sainz Zalduendo “Corera”. León había nacido el 20 de febrero de 1912, y era hijo de Domingo Sainz y Enriqueta Zalduendo. Sus hermanos eran Petra, Carmen, Vicente, Elisa y Laura.
Pertenecía
a la CNT y había manifestado públicamente sus creencias. Su boda con Vicenta había
sido civil y habían puesto a su hijo, nacido en junio de 1936, el nombre de
Bladimiro Lenin. León había sido acusado, junto a 10 vecinos más, de cortar la
línea telefónica la noche anterior al día de la convocatoria de la huelga en el
año 1932 (p. 108, libro Esta es otra
historia). Poco después, León fue alistado para el servicio militar, en el
reemplazo de 1933. Fue convocado a cumplir este servicio en Pamplona, en el mes
de enero de 1934, y fue desmovilizado en condición de disponibilidad, en
Barcelona y enero de 1935.
Tras el Golpe de Estado de 1936, es probable que, temiendo por su
vida, tanto Salvador Sancho como León Sainz salieran del pueblo “a esconderse
en la Rioja creyendo que allí no había estallado el movimiento” (Memorias familiares,
Asun Miquélez).
Simultáneamente,
un grupo de mujeres y niñas de la familia Sainz, de la calle San Bartolomé,
pasaron al otro lado del Ebro. Entre ellas estaban: Julia, con sus hijas (Vicenta,
Petra y Delfina) y con dos nietas pequeñas (Adora y Rosario); y alguna otra
vecina.
Un grupo pasó por un vado del Ebro y otro en
una barquilla. León Sainz era pescador y sobre él se recoge la siguiente
anécdota: Algunas de las mujeres, al escuchar ruido gritaron: ¿Quién va? El pescador respondió
–tal vez reconociendo las voces: León “Corera”. La CNT. Así pudieron pasar con
su barquilla. En un campo se encontraron algunos hombres, que junto con mujeres
y niños se dirigieron a la finca de San Martín. Llegaron hasta San Martín, y
luego fueron a la finca de Mariano. Allí comieron algo y pasaron la noche, y
algunos días más. Es detalle importante señalar que León Sainz “Corera” había
puesto a su hijo, nacido tan solo un mes antes, el nombre de Bladimiro Lenin.
Entre las mujeres que pasaron en la barquilla estaba Vicenta Sainz, la mujer de
León. Su niño acababa de morir el día 15 de julio, con apenas un mes de edad. Varios
testimonios señalan que en la finca de Mariano estuvo de “ranchero” (haciendo
la comida para todos) el joven Tomás Miquélez Elvira; y un hermano suyo también
se incorporó al grupo. El día del regreso, el padre de Mariano, Luis Martínez
de Espronceda, llevaba una bandera blanca, en señal de paz, e intentaba hacer
que el grupo pasara por la barca. Pero los repelían con tiros. Por fin, al ver
que casi todos eran mujeres y niños, los dejaron pasar, vigilados por la
guardia civil. Sobre la bandera en cuestión, Vicenta Sainz “contaba que,
al oír disparos, le quitó un pañal al hijo de Filo Cenzano, utilizándolo de
bandera blanca y haciendo ver que había niños”. (Asun Miquélez).
León
Sainz fue reclutado en el Tercio de Sanjurjo, a juzgar por el testimonio de su
nieta Asun, en el que señala la sospecha que los mandos militares tenían sobre los
soldados de ser de izquierdas, sospecha fácilmente verificable por el modo de
reclutamiento que se había empleado. Para reafirmar este hecho se agrega que estaba
con Félix Aznal, del que se conoce con certeza su reclutamiento para este
Tercio. El relato que sigue se compagina bien, aunque con un lamentable y
diferente final, con el de la masacre de Torrero.
Su amigo Félix siempre me contaba una anécdota sobre mi abuelo. Cuando
estaban en el frente, les mandaron hacer la formación y un alto mando militar
dijo a los soldados: que dé un paso al frente quien sea de izquierdas. El único
que se atrevió a dar ese paso al frente fue tu abuelo (me contaba su amigo). Entonces,
su amigo, que se encontraba en la misma formación, pensó, adiós Corera, de esta
no sales. El alto mando se dirigió
entonces a mi abuelo diciendo: puesto que has sido el único que has tenido el
coraje de dar un paso al frente, sabiendo que sois todos de izquierdas, te
adjudico las labores en cocina. Eso supuso que, durante toda esa estancia, mi
abuelo pudo comer decentemente, cosa muy complicada en la época. Durante la
misma estancia en el frente, mi abuelo fue herido de bala en la pierna. Esa
bala permaneció incrustada en su fémur hasta el final de sus días.
Durante el
principio de la postguerra, tras las insistentes visitas de mujeres falangistas
de Mendavia, amenazándolos, se vieron “obligados” a contraer matrimonio
religioso, junto con otros tres
matrimonios del pueblo (Filo Cenzano y “El Chato”, era uno de ellos), que
lo habían hecho civil durante la república. En el caso concreto de mi abuelo,
recibió una carta en el frente, “invitándole” a contraer matrimonio religioso. A
pesar de haberse casado por el rito católico, las presiones no cesaron. Mi
abuela Vicenta se vio obligada en múltiples ocasiones a subir al cuartel para
raparle el pelo, como escarnio público. Mi abuelo también sufrió, durante años,
constantes arrestos en el calabozo del cuartel, del que sistemáticamente salía
liberado por las influencias de su madre Enriqueta. León y Vicenta tuvieron
cuatro hijos: Bladimiro Lenin, Gloria, María del Carmen y Rosa Pilar. Mi abuelo
trabajó como temporero, como pescador y como picapedrero (en la construcción de
la carretera de Mendavia a Logroño).
Vicente Sainz
Zalduendo
(CNT), hermano de León, fue reclutado como soldado con 22 años, el 21/07/1937.
Vicente se evadió del Frente Norte. Logró pasar a Francia y tras su reclusión
en el campo de Gurs en 1939, campo en
el que estuvieron 10 mendavieses, se casó y vivió en Francia hasta su muerte.
Tres hermanos Lecea Sancho, primos de Salvador, hijos de Feliciana Sancho, fueron asesinados.
Partida de nacimiento del hijo de León Sainz,
Bladimiro Lenin, 1936.
León Sainz y Salvador Sancho,
¿durante el servicio militar de 1934?
Hermanas Petra, Martina y Vicenta Sainz
(1950 aprox.)
Documento de servicio militar de León Sainz.
Disponibilidad desde enero de 1935. Firmado en Barcelona.
Bala con la que fue herido León Sainz, en una pierna. Esa bala permaneció incrustada en su fémur hasta el final de sus días. La conserva la nieta Asun M., tras recuperarla durante la exhumación de su abuelo.
Documento expedido por el Ayuntamiento de Mendavia,
en 1929, en el que consta la identidad, edad,
y residencia de Vicenta Sainz.
Sobre esta particular foto, puede verse el documento de
Martín Marín Corbera. La gestación del documento Nacional de identidad, en el enlace:
https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3313002.pdf
De allí extracto:
La evolución de las cédulas personales fue, detrás de su creación, por lo tanto, la de un tributo directo sobre la renta, modesto por sus rendimientos y por la escasa amplitud de sus tarifas pero implicado en el complejo proceso de establecimiento de un sistema fiscal liberal en España.
La cédula no fue jamás un documento de extensión universal ni dependió de registro centralizado alguno.
Lógicamente, tratándose de un impuesto sobre la renta dividido en categorías impositivas, podría saberse también a qué categoría económica pertenecía la persona que se identificaba con él. A partir de los años setenta del siglo XIX, el identificador -¿policía?- podía estar razonablemente seguro ante la exhibición de la cédula de que sabía "con quién estaba hablando", imposturas al margen.
El impuesto sufrió múltiples cambios para aumentar la recaudación... llegó a 1922 con 35 tarifas distintas que oscilaban entre 1 peseta y 5000 pesetas de importe.
Después de esta fecha el estado cedió su importe a las Diputaciones Provinciales en aplicación del Estatuto Provincial del ministro Calvo-Sotelo y aparentemente se olvidó de su existencia.
La cédula no fue jamás un documento de extensión universal ni dependió de registro centralizado alguno.
Lógicamente, tratándose de un impuesto sobre la renta dividido en categorías impositivas, podría saberse también a qué categoría económica pertenecía la persona que se identificaba con él. A partir de los años setenta del siglo XIX, el identificador -¿policía?- podía estar razonablemente seguro ante la exhibición de la cédula de que sabía "con quién estaba hablando", imposturas al margen.
El impuesto sufrió múltiples cambios para aumentar la recaudación... llegó a 1922 con 35 tarifas distintas que oscilaban entre 1 peseta y 5000 pesetas de importe.
Después de esta fecha el estado cedió su importe a las Diputaciones Provinciales en aplicación del Estatuto Provincial del ministro Calvo-Sotelo y aparentemente se olvidó de su existencia.